Friday, April 19, 2019

Porque No he Asistido a la Iglesia Últimamente

"Aun en la Oscuridad de Nuestro Sufrimiento Jesús Está con Nosotros" por Elizabeth Wang


En los últimos meses, muchos de mis amigos en el barrio de la iglesia me han preguntado: “¿Dónde has estado?”, “¿Por qué no han venido últimamente a la iglesia?”, “¿Te hemos ofendido de alguna manera?”. Una persona hasta pensó que nos habíamos mudado de nuestra casa. Estas preguntas de amistad y cariño me han llegado al corazón. Mis amistades en la iglesia no me han ofendido, ellos han sido como familia. He evadido una respuesta directa por miedo a ofender a mi familia y amigos. Mis padres también nos han preguntado mucho acerca de nuestra asistencia a la iglesia. En esta carta trataré de contestar sus preguntas con honestidad, pero también con amor. Por favor perdónenme si algo en esta carta les ofende, porque esa no es mi intención. Cuando lean mi carta, recuerden que yo tengo muchas fallas, muchas imperfecciones y cosas que debo corregir en mi vida. Todavía amamos a Dios, creemos en las escrituras y queremos a nuestros hermanos en Cristo. Nuestro entendimiento de cómo seguir a Dios ha cambiado, con algunas experiencias que hemos tenido.

Me siento tan agradecida por el testimonio del Señor que mis padres sembraron en mi corazón. Ellos me enseñaron a  orar, a leer y querer las escrituras; me enseñaron a amar y servir a otros. Nos llevaron a la iglesia, nuestra familia de 8 hermanos, en cualquier país en que nos encontrábamos. Ahora puedo apreciar un poquito más el gran trabajo que era preparar 8 hijos para la iglesia y tratar que se portaran bien durante las 3 horas. Yo también tengo 8 hijos ahora. ¡Gracias por sus esfuerzos tan grandes, Mamá y Papá! Durante mi juventud, muchas de las experiencias espirituales que viví tuvieron que ver con la iglesia, la cual ha sido una bendición en mi vida. Estos últimos años, el Señor me ha dado una experiencia que ha cambiado mi perspectiva en todo sentido. Es una bendición muy grande que el Señor me ha dado.

En el otoño del año 2013, Edward, mi esposo, y yo estábamos esperando nuestro bebé número siete. Un día en el templo, ofrecí una oración y le pedí al Señor que me enseñara. El pensamiento vino a mi mente: “¿Estas dispuesta a aprender por medio de experiencia?”. Respondí que estaba dispuesta a aprender de cualquiera manera que el Señor dispusiera. Esa próxima semana, teníamos una consulta con los doctores para monitorear a la bebé. Los doctores vieron algunos problemas por medio de la ecografía, y con caras serias nos recomendaron ver a médicos especialistas. Tuvimos consultas con estos especialistas en embarazos de alto riesgo durante el resto del embarazo. En cada consulta descubrían más problemas en nuestra bebé. Los doctores nos dijeron que la bebé quizás no podría  sobrevivir. Nuestros hijos oraban todos los días por su hermanita en mi vientre “Por favor, Dios, ayuda a que la bebé pueda vivir,” era su oración. Nuestra bebé me mostró lo que verdaderamente importa en la vida. Me di cuenta cuán grande era mi dependencia en el Señor, y que verdaderamente necesito su ayuda en todas las áreas de mi vida. La mayoría de mis preocupaciones ahora parecían insignificantes; había escuchado antes la frase “Dios me guarda en la palma de su mano”, y así veía nuestra situación.

Cuando íbamos al hospital para las citas médicas, el escuchar latir con fuerza el corazón de mi bebé me daba fortaleza. Para mí, representaba una señal que estaba luchando por vivir. Nuestra hija nació, y sentí que Dios nos tenía de la mano, haciendo muchos milagros durante su nacimiento. En su primer año y medio, tuvo 3 cirugías grandes, y muchas intervenciones médicas. Oré como nunca antes lo había hecho pidiéndole al Señor que la bebé no tuviera complicaciones serias, y que Él me ayudara en cuidarla. Edward y yo oramos mucho, y el Señor nos ayudó a saber cómo cuidarla en casa. Mientras yo realizaba los cuidados médicos de la bebé, oraba por ella, y aún seguimos orando diariamente que el Señor la sanara completamente. Un día estaba al frente de la mesa para cambiar pañales, cuidando a mí bebé, cuando le pedí al Señor que el poder sanador y el amor de Jesucristo se manifestaran en mi bebé. Fue en ese instante que sentí que Jesús estaba cerca, que nunca nos había dejado, que Él había estado siempre con nosotros. Empecé a sentir más cerca a nuestro Padre Celestial y a Jesucristo, por siempre estar orando por nuestra bebé. Vimos muchos milagros y como el Señor contestaba nuestras oraciones. Fue un tiempo de pruebas difíciles, pero también un tiempo de sentir el gran amor que el Señor tiene por nosotros. No sabía antes que el Señor está perfectamente pendiente de nosotros, que Él sabe cada pensamiento, cada preocupación y que nos quiere tanto.

Yo sentía que había estado corriendo una carrera, y El Señor me hizo dejar la carrera y permanecer quieta para cuidar a esta bebe.  Es como si Él me hubiera dicho: “Necesitas estar quieta, para aprender lo que te quiero enseñar”. Para cuidar de mi hija, tuve que dejar de trabajar como enfermera, dejar mi llamamiento en la iglesia, dejar de ayudar en la escuela de mis hijos, hasta tuvimos que minimizar las actividades fuera de la casa de nuestros otros niños. Cada vez que contraíamos alguna enfermedad, le afectaba más severamente a la bebé, y ella necesitaba más de mi tiempo. Al cuidar de mi hija, empecé a sentir más la dirección del Señor en mi vida y su ayuda en todos los detalles con mis hijos. No soy nadie especial, ni tengo ninguna habilidad especial. Simplemente que ahora estaba buscando más al Señor porque lo necesitaba más.

Nuestra familia y amigos en la iglesia oraron y ayunaron con nosotros. Hicieron tanto con amor para ayudarnos, y nos sentimos tan agradecidos por ellos. La condición de nuestra bebé mejoró, y empezamos a regresar a la iglesia. Mi perspectiva había cambiado, y las cosas que antes veía como normal, ahora veía diferente. Como no he asistido mucho a la iglesia últimamente, nuestros amigos se han preguntado por qué hemos estado ausentes.

Parte de la razón es que el cuidado de nuestra bebé todavía requiere de mucho trabajo todos los días. Ella está muy bien, todavía necesita cuidado médico todos los días. Al verla tan sonriente y bonita, no se imaginarían por todo lo que tiene que pasar diariamente. Después de una hora y media de cuidado médico, o a veces hasta mucho más tiempo cuando le cuesta cooperar, no espero que ella se quede quieta, sentada sin moverse en la iglesia. Cuando ella pasa varias horas sin actividad física, a veces le dan infecciones serias. Nos sentimos agradecidos por lo bien que está. Ella tiene un espíritu muy especial, fuerte y alegre, que la ha ayudado a superar muchas pruebas. Estamos agradecidos al Señor por su ayuda y por su amor que nos ha apoyado a través de los desafíos. Me siento agradecida porque ahora veo muchas personas a mi alrededor con desafíos físicos. Reconozco que antes no estaba pendiente de estas personas, cuántos sufren físicamente durante todas sus vidas.

Esto me ha hecho reflexionar qué regalo más precioso es nuestro tiempo. Cuando planeamos salir como familia a cualquiera parte, me pregunto si el esfuerzo tan grande de energía y tiempo nos está llevando en la dirección que queremos como familia. Cuando vamos a la iglesia, muchas veces nos sentimos tristes y desilusionados, porque el enfoque en la iglesia no está en Jesucristo, sino que el enfoque está en los líderes de la iglesia, los programas de la iglesia y las tradiciones de la iglesia. Todas estas cosas no llenan el espíritu. Nos gustaría que se enfocaran más en venir a Cristo y que enseñaran más acerca de la oración, la fe, el arrepentimiento, el bautismo, el Espíritu de Dios y seguir la vida de Jesucristo. Cuánto me llenaría el corazón si hablaran de los milagros que Jesús hizo. Quisiéramos de todo corazón que hablaran más sobre las palabras de Cristo y menos de las palabras de los líderes de la iglesia. Cuando diariamente el cuidado médico de nuestra hija nos hace recordar que frágil es la vida, hace que la vida tome una perspectiva diferente. Uno se da cuenta más fácilmente de las cosas que no alimentan el espíritu, que no vienen del Señor. Esta experiencia me ha hecho ver con más claridad las distracciones y las cosas que me impiden venir al Señor. Este desafío me ha dejado el deseo de saber solamente la verdad y buscar más la luz que sólo viene del Señor; me ha dejado con más deseos de conocer al Señor.

La bendición más grande del Evangelio es llegar a conocer personalmente al Señor Jesucristo. En Doctrinas y Convenios 93:1 leemos: “Toda alma que deseche sus pecados y venga a mí, invoque mi nombre, obedezca mi voz y guarde mis mandamientos, verá mi faz y sabrá que yo soy”. Esto describe una promesa que puede ser realidad en nuestra vida, no solamente después de morir. El ver al Señor en esta vida es posible, no sólo para un pequeño grupo, pero para toda persona que sea humilde y haga lo que el Señor pide. Las escrituras están llenas de ejemplos de personas que han visto al Señor. Al pensar en la bondad del Señor, quiero proclamar: “¡Aleluya!” Y “¡Gracias Jesucristo!”, “¡Gracias por tu amor, por tu cuidado!”. Me siento tan agradecida que el Señor siempre nos ha cuidado. Me siento agradecida por las pruebas que nos traen a Él y nos hacen conocer su amor. Cuánto quisiéramos escuchar más alabanzas a Dios y verdadero regocijo en la iglesia.

Sentí que el Señor me había dado una oportunidad  de venir a Él, de poner a un lado todas las distracciones que ocupaban tanto tiempo, y me prevenían venir a Él. Me dio una razón muy grande para orar con mucho esfuerzo para recibir una bendición tan deseada… la vida de mi hija y su completa sanación. El tomar tiempo para orar y añorar que el Señor me contestara, me llevaron a escuchar al Señor con más claridad. Jesús se siente muy feliz cuando usamos nuestro tiempo para venir a Él. Dios nos muestra su amor todos los días, hablándonos en nuestro idioma, usando cosas que nos llegan al corazón, ya sea la música, naturaleza o caminatas en el parque, Jesús nos habla de la manera que mejor podamos entender. Él tiene un sentido de humor al ver los desafíos de este mundo, y a veces se ríe con nosotros. Jesús quiere que demos de nosotros mismos, así como El ofreció su vida por nosotros. ¡Qué maravilloso es que el Señor hable y camine con nosotros, y conteste nuestras oraciones! El verdaderamente es un Consejero Maravilloso, una Torre de Fortaleza que nunca fallará, la única Roca Segura.

Cuanto más conozco al Señor Jesucristo, más quiero saber sobre Él. ¿Cómo dio su vida con tanto amor y misericordia, perdonando a otros hasta en sus momentos finales?, ¿Por qué hizo eso por nosotros?, ¿Cómo tuvo la fuerza para hacer lo que hizo?, ¿Qué es lo que le hace feliz?, ¿Qué es lo que rompe su corazón?, ¿Cómo ve Jesús a los desafíos que me dejan frustrada?, ¿Que hay en mí que me impide conocer más al Señor?

Como preguntó el joven rico a Jesús: “¿Qué más me falta?. Jesús le dijo: “Si quieres ser perfecto, anda vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme”. Mateo 19:20-21. Todo lo que enseñamos debería acercarnos a Jesús, a su gran sacrificio por nosotros, a tener nuestros pecados perdonados por medio de su sangre y nuestros corazones cambiados y hechos nuevos en Cristo.

El pensar en nuestro Dios me llena de asombro, qué maravilloso es el Dios que adoramos. Cuanto más aprendo de Él, más siento que el hombre no es nada ante Dios, que somos imperfectos y llenos de pecados como humanos. Es muy terrible verse a uno mismo en su estado imperfecto, lleno de pecados, pero también maravilloso saber que Dios trabaja con nosotros así como estamos, dondequiera que nos encontremos.

Ha sido difícil regresar a la iglesia y sentirnos desilusionados al ver que el enfoque no está en Cristo, y en adorarlo a Él. En nuestro barrio y en nuestra estaca, algunas situaciones han engrandecido el enfoque en seguir a los líderes y seguir los manuales de la iglesia. Esta enseñanza errónea es más predominante de lo que he visto antes. También hemos escuchado la misma enseñanza de “seguir a los líderes” de boca de las autoridades generales muchas veces. Sentimos que los líderes no quieren que hablemos del amor y los milagros de Cristo. El hablar acerca de Cristo se considera salirse de la lección si no está en la lección asignada para ese día. Por ahora, pasamos los domingos en casa enseñando a nuestros hijos, es nuestra manera de adorar al Señor.

Para muchas personas, la iglesia satisface sus necesidades espirituales y sociales, y nos alegramos por ellos. No queremos que dejen algo que para ellos tiene tanto valor e importancia. Estamos agradecidos por lo bueno que hace la iglesia en crear una comunidad de apoyo y servicio. Todavía asistimos de vez en cuando porque tenemos amigos que queremos en la iglesia. Nos gustaría si otros respetaran “nuestra libertad de adorar a Dios Todopoderoso conforme a los dictados de nuestra conciencia” (Artículo de Fe Número 11).

Cuando voy a la iglesia, regreso a casa con profundo pesar y dolor en mi corazón, deseando haber escuchado las palabras del Señor, y escuchado un testimonio de Él. Siento tristeza porque la adoración del Jesús que yo quiero tanto ha sido reemplazada con la adoración a una organización y sus líderes. ¿No sería increíble si más personas contaran sus propios relatos sobre cómo Jesús los rescató, y cómo Él los salvó?, ¿Sobre cómo el Señor contestó sus oraciones cuando sintieron la boca del infierno abrirse ante ellos? Les pregunto: ¿Qué experiencia fue que tornó su corazón hacia Jesús? ¿Recuerdan cuándo Jesús convirtió una situación terrible en algo hermoso?, ¿Cuándo sintieron el amor de Jesús por ustedes y supieron que Él estaba con ustedes? ¿Desean el amor y la presencia de Jesús ahora, como en ese tiempo de dificultad?, ¿Hemos vuelto nuestros corazones a Dios? ¿O esta nuestro corazón en otra parte? El conocer a Jesús es lo único que importa, y es posible en esta vida para cada uno de nosotros.

Algunos de los aspectos negativos de la cultura de la iglesia nos son más evidentes ahora. El énfasis en las apariencias y en la obediencia externa nos desilusionan. El Señor mira nuestros corazones, mientras que las personas se juzgan de acuerdo a las apariencias (I Samuel 16:7). El énfasis en la apariencia externa, obediencia externa y el juzgar a otros en la iglesia me rompe el corazón.

En los días de Jesús, los líderes religiosos judíos tenían muchas costumbres y reglas que debían seguir. Estas tradiciones hicieron que los líderes fueran ciegos a la majestad y divinidad de Jesús, ya que veían en Jesús una contradicción. ¿Cómo podía hacer milagros si no seguía las costumbres y reglas judías? ¿Cómo era posible que viniera de Dios? Perdieron el evento más grande de sus vidas enteras, la venida de Jesucristo, porque estaban demasiados enfocados en sus costumbres y reglas.

Nuestra iglesia está llena de tradiciones y reglas hechas por hombres, muy similar a lo que era la cultura en el tiempo de Jesús. El tratar de seguir todos los programas de la iglesia y todas las reglas nos mantiene tan ocupados que no tenemos tiempo para escuchar y seguir al Espíritu del Señor. Perdimos lo más importante, el llegar a conocer a Jesucristo y seguir la voz de su Espíritu. En la iglesia hay un sentimiento de que todo está bien, estamos siguiendo a nuestros líderes y ellos no son capaces de fallar. Se espera que todo lo que sea de Dios venga directamente del profeta. Se piensa que con escuchar y seguir la voz del profeta, todo está bien, no hay posibilidad de estar equivocados. Esta enseñanza errónea, de que los líderes son incapaces de pecar o fallar, o guiarnos por sendas equivocadas, se escucha frecuentemente en la iglesia, pero contradice lo que encontramos en las escrituras. En las escrituras, cada profeta mostró su capacidad de fallar, de pecar, de caer en algún momento de su vida. Solamente Jesucristo vivió una vida perfecta, sin cometer pecado. El pensar que los líderes de la iglesia nunca nos fallarán, o que son incapaces de cometer errores o pecados es una enseñanza muy equivocada y peligrosa.

No podemos sustituir el conocer la voz del Señor y seguirlo a Él con conocer y seguir a los líderes de la iglesia. En Juan 10:27 dice: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna”. Tenemos que diferenciar lo que viene de Dios y lo que viene del hombre. No todo lo que viene de un hombre en una posición de liderazgo en la iglesia viene de Dios. Algunas cosas que dicen sí son de Dios, y por eso damos gracias a Dios; pero algunas de las cosas que dicen los líderes no son de Dios. Tenemos que buscar la ayuda del Espíritu para saber si las palabras que hablan los líderes son de Dios. Deberíamos mirar al Señor para que el guíe nuestras decisiones, no a los líderes de la iglesia.

Las abundantes expresiones de admiración y los elogios que reciben los líderes de la iglesia son como poner la fe y la confianza en un hombre, o confiar en el brazo de carne, en vez de confiar en Dios. En mi opinión es idolatría, los líderes de la iglesia y la organización de la iglesia siendo los ídolos. El Señor es el que contesta nuestras oraciones, hace milagros y tiene el poder de perdonarnos y salvarnos. Solamente Dios merece nuestras alabanzas y elogios. Un verdadero profeta o discípulo de Jesús nunca aceptaría dinero, elogios o que lo siguieran a él en vez de seguir al Señor Jesucristo. Alguien que verdaderamente ama al Señor no usaría el sacrificio que dio Jesús, con un precio tan terrible y doloroso, para beneficiarse. Un verdadero profeta enseñaría que sólo Cristo puede salvarnos. Al llegar a conocer un poco más al Señor, se siente el gran peso de nuestra condición mortal, de nuestros pecados y que vulnerable y pequeños somos ante Dios. Solamente el Señor es verdaderamente merecedor de elogios y admiración. No hay persona que llegue cerca a la grandeza de Jesús.

En la iglesia vemos como los líderes cuentan historias de sus propias vidas o de la vida de otros líderes como ejemplos para seguir, en vez de señalar a la vida del Señor como nuestro único ejemplo perfecto. Nuestras reuniones sacramentales y otras clases se basan en mensajes que los líderes dieron en las conferencias. Hasta los manuales de la iglesia durante varios años se han enfocado en la vida de los presidentes de la iglesia, en vez de enfocarse en la vida de Jesucristo o sus palabras. El Espíritu debería guiar todas las clases y las reuniones de la iglesia, tomando en cuenta las necesidades de los miembros, pero nuestras clases son controladas por un manual o un programa de las oficinas generales de la iglesia. Moroni 6:9 dice: “Y los de la iglesia dirigían sus reuniones de acuerdo con las manifestaciones del Espíritu, y por el poder del Espíritu Santo; bien fuese predicar, o exhortar, orar, suplicar o cantar, así se hacía”.

Todo no está bien en la iglesia. Cada uno de nosotros necesitamos buscar y desarrollar una relación personal con Jesucristo. La salvación viene por medio de Cristo, no por medio de asistir a la iglesia. El Señor mismo es el que perdona nuestros pecados, los líderes de la iglesia no pueden perdonar ningún pecado. No necesitamos más tiempo en la iglesia o en el templo, sino que necesitamos más tiempo conversando con el Señor. Si la iglesia llega a ser un obstáculo que nos impide usar nuestro tiempo para venir al Señor, entonces necesitamos pensar por qué estamos allí.

Algunos de nuestros amigos nos han dicho que se preocupan por nosotros espiritualmente cuando no asistimos a la iglesia. Yo también tenía esta duda, y le pregunté al Señor en oración que podía hacer. Él me dijo que Él puede estar conmigo y enseñarme en cualquier lugar que me encuentre, a la medida en que mi corazón y pensamientos están en Cristo. He sentido tanta cercanía al Señor en cuidar a mi hija, sé que asistir a la iglesia no es un requisito para recibir la ayuda del Señor o para llegar a conocer al Señor. Él está presente en cualquier lugar que estemos. El amor de nuestro Señor es el mayor regalo en nuestras vidas. El dio su vida por nosotros, Él es el regalo. Solamente necesitamos volvernos humildes, tornar nuestra vida a Él, arrepentirnos y recibirlo a Él. Como Alma explicó en Alma 33:4-11, el Señor es misericordioso y escucha nuestras peticiones donde quiera que estemos.

¿Después de haber sentido el amor del Señor y su dirección en mi vida, ¿cómo puedo mirar a cualquier otra persona para recibir dirección espiritual? Es Jesús quien nos ha guiado por las tormentas de la vida; y ningún hombre ni líder de la iglesia podría haber hecho eso. Jesús dice: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; entrará, y saldrá, y hallará pastos” (Juan 10:9). Él es nuestro pastor, Él es el pasto, Él es nuestro descanso.

En los días de Moisés, unos cuantos Israelitas vinieron a Moisés, quejándose que algunos en el campamento estaban profetizando, ya que pensaban que sólo Moisés podía recibir el don de profecía. “Y Moisés le respondió: ¿Tienes tú celos por mí? Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su Espíritu sobre ellos”. La Biblia habla de un tiempo venidero donde el Espíritu del Señor estará más presente entre los hijos. “Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán  visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días . . . Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo”( Joel 2:28). “Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado” (Joel 2:27). El Señor está haciendo su obra entre sus hijos de manera que sólo se puede atribuir a la mano del Señor. La obra del Señor no está limitada a una sola organización o religión. Dios quiere a todos sus hijos, y todos tienen la oportunidad de recibir su Espíritu y dirección. ¡Gracias a Dios por su amor! ¡Gracias a Dios por el regalo tan grande de su hijo, Jesucristo! ¡Toda la gloria y el honor sean dados a Dios!


Espero que nuestros amigos y familia sepan que en verdad los queremos. Mi intención en escribir estas palabras es ofrecer una respuesta a las muchas preguntas que nos han hecho acerca de nuestra asistencia a la iglesia. Mis amigos merecen saber dónde estamos, ya que siempre han estado con nosotros, ayudándonos y mostrándonos amor a través de los años. Nuestra fe en el Señor está creciendo. Nuestra familia e hijos están bien. Queremos a nuestros hermanos en la iglesia. Estamos agradecidos por su amistad. Esperamos continuar en amor, amistad, servicio y en seguir al Señor donde sea que el Señor nos guíe. Nos sentimos agradecidos por la bendición que la iglesia ha sido en nuestras vidas. Disfrutamos de ver a nuestras amistades de la iglesia cuando los vemos. Dios nos bendiga a todos en nuestros esfuerzos en seguirlo a Él.

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